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El lugar de las mujeres no es la cocina, el lugar de las mujeres es donde ellas quieran estar.

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“Para hacer eso hay que tener huevos», dije y me detuve. No, no tengo huevos, tengo ovarios. «El ovario también es un huevo por lo ovalado, ¿o no? ¡Nosotras también tenemos huevos!», me respondió mi amiga y  nos pusimos a pensar en el español y dónde y cómo estamos representadas las mujeres en los insultos

Como feminista me encuentro con muchos conflictos a la hora de insultar y es un rollo porque soy muy mal hablada (en mi casa no me enseñaron eso, lo aprendí yo sola)  para descargar, así que con estas letras busco desarticular la cuestión de la manera más detallada, adecuada y fundamentada que pueda porque, a vuelo de la esquina, la respuesta a la pregunta de dónde y cómo estamos representadas las mujeres en nuestros insultos es clara: en el peor de los lugares.

Hijo de puta, chinga tu madre, la puta que te parió, etc. Y podría seguir pero creo que con eso quedó claro.

Comprendo que hay muchísimas cosas en las que ponerse a trabajar antes que en pensar en nuestro idioma y cómo nos comunicamos pero, también, creo que no hay nada más importante que nuestras ideas y ellas, todas, se forman con palabras.

Tamara Mathov, dice que:»Muchas personas repiten que da lo mismo nombrar las cosas de una manera u otra, incluso algunos argumentan que estos debates desvían la atención de los problemas “reales”. Pero a nadie le sorprende que las empresas inviertan millones en el nombre o el eslogan perfecto. El mercado entendió el poder del nombre, pero como sociedad continuamos negándolo».

¿Pero qué significan estas nada inocentes expresiones? alguno de estos insultos hay quien sostiene que  vienen del castellano y del español clásico. Algunos tienen una profunda raíz machista y clasista. Por ejemplo hijo de puta, descalifica a una persona frente a la proclamada dificultad de identificar al padre dado el oficio de la madre, alguien que no tiene padre está condenado a una vida desgraciada, al no reconocimiento.

Los insultos sexistas están completamente naturalizados, los repetimos casi sin darnos cuenta, de hecho, hay más consenso en que es incorrecto decir “negro o  retrasado” que decir “puta”. Sin ir más lejos, aunque existen, el fútbol censura los insultos xenófobos pero naturaliza los homofóbicos. Muchas veces a la palabra ´negro´ le sigue una aclaración desafortunada “de alma”, porque el hablante registra un problema en el insulto y pone en evidencia que la palabra no es una etiqueta cualquiera, sino que la elige a pesar de sus implicaciones. Sin embargo, insultos como “hijo/a de puta” pasan con naturalidad en casi cualquier contexto de habla informal. Cabe aclarar que La lengua española no es machista, como no es racista, ni homófoba. Es el uso que hacemos de ella lo que determina el carácter del discurso. Es una herramienta y, como tal, podemos utilizarla bien o no. Por tanto, reflexionar sobre la lengua desde la perspectiva de género sirve para aprender a evitar los usos sexista,  imaginemos a algo tan arraigado y que se escupe en momentos de ira como los insultos, tan clásica, tan nuestra, tan típica como mandar a “las mujeres a la cocina de donde nuca debieron haber salido”, muchas personas trataran de justificar las palabras, dirán que no es un  insulto que somos exageradas, sin embargo el confinarnos bajo este insulto a un espacio privado, no público, donde nadie nos ve y estamos lejos de la toma de decisiones, tiene mucho más trasfondo que las simples ganas de ofender, estas palabras están permeadas por el sexismo y por la motivación de invalidar la existencia de una mujer y tratarla como una cocinera, como si ser cocinera fuera un insulto y razón para no tener voz y voto en una situación. Y si estas palabras son propinadas por un legislador, a unas legisladoras,el asunto da para hacer un análisis más profundo desde la perspectiva de género, el sexismo y la discriminación.

Con todo este panorama, me surge una pregunta: ¿es el feminismo quien logrará que estas expresiones del lenguaje, tan arraigadas, cambien? creo que hay avances y que habrá cambios, aunque no a corto plazo,  el idioma es una de las bases de la cultura y por eso es más lento, pero aun así me parece que todo se modificará porque tiende a eso, entiendo que muchas veces usamos las palabras como si fueran etiquetas inofensivas, pero afortunadamente,  poco a poco, somos más quienes que nos preocupamos por lo que decimos y cómo lo decimos. Al principio puede parecer complicado y nos arrepentirnos a media palabra, entonces en vez de decir ´la puta madre´ balbuceamos alguna cosa pero nos quedamos reflexionando como sustituirlo, pero a la larga podemos deshacernos de palabras que perpetúan estereotipos sexistas y discriminatorios. Esos parámetros de “a la larga”,  pudieran tomarse para las personas que no tenemos algún cargo público o de elección, pero  para quienes sí lo tiene, es obligatorio el conocimiento y el manejo de lo que es la desigualdad, el género y como se fomenta la violencia contra las mujeres utilizando un lenguaje que perpetua que seamos tratadas como inferiores y solo tomadas en cuenta para ciertas actividades no públicas, no es opcional, ni es de a poco, para estos y estas es forzoso  y  necesario.

Cielo.

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