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El quehacer docente

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La misión del docente

Era el mes de septiembre, las frecuentes y generosas lluvias justificaban los retrasos de los docentes, no así de los estudiantes; estos últimos de manera ruidosa y puntual, ocupaban los salones escolares, después del toque de entrada, sin un adulto que por lo menos con su mirada, los medio tranquilizara.

El maestro de ciencias llegó tarde, de manera tradicional se le ocurrió pasar lista de asistencia y, para colmo de la incipiente paciencia, pretendió revisar las tareas, sin una actividad previa que despertara el interés y curiosidad de sus inquietos alumnos; el docente no se dio por enterado hasta que el caos y el desorden subió de tono; quiso sin lograrlo, imponer a gritos su autoridad; olvidó que bastaba con motivar la creatividad; suspendió la revisión de tareas, se hizo de palabras con un inquieto adolescente para diversión de todo el salón; perdió los estribos y al verse rebasado, obligó al interpelado a acompañarlo a la dirección.

Curioso, pero en ausencia del piloto, todos en la nave permanecieron en silenciosa expectación. –Este alumno me ha faltado al respeto y pido su expulsión- El chico cabizbajo esperaba consciente, se aplicara en su contra, la máxima sanción.

El director interrogó: -¿aceptas que ofendiste a tu maestro? –Lo acepto señor director, aunque no era mi intención- B -ien, y sabes cómo reparar una ofensa…? El alumno buscó con la mirada a su maestro y a su manera se excusó y le pidió perdón. –Tiene algo más que decir compañero maestro…? –No, señor director. Entonces les ruego a ambos se estrechen las manos y regresen al salón.

El pequeño relato da cuenta de una experiencia real, me consta que la mayoría de los trabajadores al servicio de la educación, liberan, junto con sus alumnos, batallas individuales pese al desierto de la indiferencia e incomprensión, a favor del desarrollo y evolución. Es bueno que sepan que ejercitar la empatía con sus alumnos es esencial para el fluir del aprendizaje; la simpatía o antipatía modifican la secreción de los neuromediadores, (dopamina y serotonina) quienes determinan nuestros estados anímicos.

Espero sean de utilidad las seis estrategias para mantener la disciplina en el salón de clase, que propone la División de psicología de educación continua de la UNAM.

1. Aprende a regular tus emociones: Cuando nos enfrentamos a situaciones problemáticas dentro del salón de clases, inevitablemente surgen emociones que nos impulsan a reaccionar de determinada forma.

Muchas de esas acciones, guiadas por nuestras emociones, no son las más adecuadas para detener el problema. Cuando aprendes a controlar tus emociones, como el enojo o la ansiedad, eres capaz de tomar acciones más efectivas y congruentes a la situación, que cuando reaccionas emocionalmente.

Por lo tanto uno de los primeros pasos para hacer frente a los problemas en el salón de clases es ‘calmar’ tu ansiedad y las respuestas reactivas impulsadas por esta emoción. (Respirar profundo y pausado) De esta manera lograrás establecer límites eficaces y actuar con confianza durante tu clase.

2. Elaboren juntos un reglamento (Acuerdo de convivencia) dentro del aula escolar: Las expectativas de conducta permiten guiar el comportamiento de los niños.

Por esta razón es importante que ellos conozcan y entiendan lo que se espera de ellos. Para ello es imprescindible que desde el principio del año escolar establezcan un reglamento que guie su conducta durante todo el año.

Intercambiar ideas con ellos e invitarlos a participar en la elaboración de estas normas y las consecuencias que conllevará el quebrantarlas marcará una diferencia con tus alumnos, ya que se sentirán involucrados y comprometidos con su comportamiento.

Una recomendación al momento de establecer estas normas de convivencia, es que sean claras, concisas y se redacten de forma positiva, por ejemplo, en lugar de plantear “No hablar mientras el maestro explica”, indicar “Levantar la mano para participar”.

3. Destaca las conductas positivas de tus alumnos: En la mayoría de las ocasiones nos avocamos a dirigir nuestra atención en las conductas inapropiadas de nuestros alumnos y tendemos a pasar desapercibidos aquellos comportamientos positivos.

Para que tus alumnos identifi quen cuál es un comportamiento adecuado dentro del salón de clases es fundamental que destaques sus conductas positivas. Hazles saber que te gustó la manera en que se comportaron. Esto ayudará a reforzar estas conductas e incrementarlas.

Cuando esto suceda evita el uso de palabras como “Vaya, hasta que hiciste tu tarea”, “Ya era tiempo de que levantaras la mano para participar”, “Por fi n te mantuviste quieto en tu lugar”.

En vez de ello usa frases como “Buen trabajo”, “Me gusta la forma en la que estás participando el día de hoy”, “Realizaste un buen trabajo en tu tarea”. Recuerda: Valora y reconoce el buen comportamiento de tus alumnos.

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