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La misión del docente V: Nicanor Pérez 02/07/19

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Recuerdo haber leído hace algún tiempo, un viejo libro titulado: “ENSEÑANDO PARA CAMBIAR VIDAS” escrito por Howard Hendricks; el cual básicamente hace referencia a SIETE LEYES DE LA EDUCACIÓN, que son de mucha utilidad si las ponemos en práctica en nuestras actividades docentes; aquí comparto mi opinión sobre ellas.

1.- La ley del Maestro: “SI CESAMOS DE CRECER HOY, CESAREMOS DE ENSEÑAR MAÑANA”.

No tengo la menor duda que la enseñanza efectiva siempre fluye de una existencia plena. Mientras se vive se debe aprender porque mientras aprendemos vivimos y crecemos realmente. Vivir con consciencia, sensibilidad, con mente receptiva, atentos a las circunstancias internas y externas. No ser obstáculos para nosotros ni para nuestros alumnos. Nuestras vidas deben ser ríos que fertilicen los caminos por donde andamos y no charcos o estanques con gusarapos.

Lo que sembremos cada día fructificará y seguirá reproduciéndose y fructificándose por siempre. Mientras más cambiemos positivamente, más influiremos en el cambio de las vidas de nuestros alumnos. No es la edad quien determina nuestra decisión de cambio sino nuestra renovada actitud ante la vida. Hay que retener, refinar y desechar valores. Estar atentos a que nuestros alumnos no se confundan y lleguen a desarrollar conductas erróneas que les permitan alcanzar el éxito temporal haciendo lo incorrecto y más temprano que tarde descubran que están en bancarrota moral, económica y existencial.

Necesitamos procurar desarrollarnos y renovarnos de manera armónica e integral; desde el punto físico o material, es necesario saber escuchar a nuestro cuerpo, procurarle alimentación nutritiva y saludable; sexo, ejercicio, actividades lúdicas, descanso y sueño oportuno y suficiente; mesura en lo que vemos y oímos, la basura entra por la boca, ojos y oídos.

No descuidar su limpieza y evitar exposiciones al medio ambiente que lo enferman. En el aspecto intelectual, debemos aplicarnos a un programa de buena lectura diaria de por lo menos una hora y otra media para la reflexión y meditación de lo leído; no sólo libros, sino poemas, relatos, experiencias, acontecimientos, descubrimientos, biografías de personajes ejemplares, etc.

Participar en Cursos de actualización, seminarios, especializaciones, diplomados, maestrías, doctorados; involucrarnos y darnos la oportunidad de conocer a nuestros alumnos: visitando sus hogares, practicando deportes juntos, teniendo fichas de cada uno para registrar sus progresos y tropiezos sin etiquetarlos.

En el aspecto emocional, vale la pena cultivar y convivir con las amistades, practicar el respeto, la solidaridad, la integridad y fraternidad; visitar el campo, practicar y disfrutar las bellas artes, etc.

En el aspecto espiritual, practicar la lectura de los libros sagrados, apertura nuestra visión del concepto del Creador Universal, buscar y obsequiarse momentos de meditación y silencio para escuchar la voz de la divinidad con la conciencia y el corazón despiertos; entender y comprender que nada somos sin amor y en cambio, inspirados en él, todo somos y todo lo podemos hacer mejor.

2.- La Ley de la Educación: “DEBEMOS CONOCER LO QUE ENSEÑAMOS Y A LOS QUE ENSEÑAMOS”.

Como docentes, debemos estimular, inspirar y dirigir las actividades propias del alumno, no decir ni hacer nada más, pero tampoco nada menos; propiciar que se expresen y realicen por sí mismos y aprendan de sus propias experiencias. La mejor manera de evaluar una buena enseñanza, todos lo sabemos, es a través de los buenos resultados que reflejen los alumnos al transformar positivamente sus vidas.

Es muy importante lo que haga el docente, pero mucho más, lo que sean capaces de hacer los alumnos. Mientras el docente dirige, estimula y promueve talentos, el alumno investiga, descubre, experimenta y realiza. Más que saturar de información, hacer que vivan lo aprendido; que se conduzcan con sabia inteligencia y diseñen sus proyectos de vida que les permitan transformar positivamente su existencia y mejorar su entorno.

Todo docente debe ser especialista en su materia, un autodidacta y amante apasionado de la sabiduría; sus alumnos le merecen respeto y por ello todos los días está investigando los últimos adelantos de la materia que imparte; ese estilo de vida, le hace respetable. Nuestros objetivos deben ser claros, precisos y alcanzables.

Debemos enseñarles a pensar, a reflexionar, a ensanchar la mente y desarrollar la inteligencia. Enseñarlos a aprender, a extraer el jugo de las cosas; la verdad sólo es provechosa y productiva para quien la descubre por sí mismo.

Enseñarlos a hacer, a ejercer y trabajar con lo aprendido, hacerlos conscientes e impulsarlos a desterrar su invalidez voluntaria, su pereza, desinterés y temor al fracaso. Deben quedar convencidos que el fracaso es una parte esencial y necesaria en el proceso de aprendizaje y no existe otro camino para alcanzar el éxito.

Los docentes debemos siempre estar sensibles y prestos a apoyar a los alumnos con ritmo lento de aprendizaje, sin descuidar a los otros.

Llevar a los alumnos a la excelencia, con amor pedagógico y sin el autoritarismo del que enjuicia, los hará inconformes con la mediocridad e insumisos con la injusticia… (Continuaremos la próxima semana).

Por Nicanor Pérez

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