Sintonízanos
Lun-Vie de 7:00-9:00 am en 103.7 Fm🎙

Manda sicarios para asesinar a su padre y obtener millonaria herencia

Fecha

Santiago Allio Torres, un veinteañero amante de las juergas nocturnas, febril jugador de fútbol sala, entusiasta de los carros de lujo y los viajes al exterior, cometió tres errores antes de contemplar el cadáver tiroteado de su padre.

Pronto, serían su condena.

Aquella mañana del 24 de febrero pasado, dos criminales sorprendieron a Bruno Allio Bonetto, empresario ítalo venezolano de 59 años, dentro de su camioneta -una Jeep Cherokee, color negro reluciente, del año 2014-.

Antes de salir del estacionamiento de su edificio, el Murano, sintió el cañón de una Beretta empuñado contra su costado derecho y escuchó una voz «malandra» a sus espaldas.

«Quédate quietecito, que esto es un atraco».

Nervioso, aceleró a fondo el vehículo, chocando contra el portón de un conjunto residencial frente a su vivienda. Dos disparos lo frenaron en seco por la retaguardia cuando intentó escapar.

Su cuerpo yacía boca arriba sobre el asfalto, inerte, al lado de su camioneta, mientras detectives, patrullas, vecinos y familiares atestaron la avenida 3C del sector Don Bosco, zona de alcurnia enclavada en el norte de Maracaibo.

Santiago, alias «Brunito», sujetaba por la cintura a una señora trigueña que gritaba, pataleaba y lloraba en desespero. Era la prometida de la víctima, con quien se casaría dentro de unas pocas semanas.

El joven nunca exhibió conmoción ni llanto. Estoico, mostró más interés en saber si en el área había cámaras de vigilancia operativas.

«Brunito», el mayor de los hijos de Allio Bonetto -su hermano menor vive en Italia junto a su madre, divorciada de la víctima hace 8 años- fingió un desmayo. Aquella performance, propia de un actor en decadencia, alimentó la suspicacia.

«Ahí mismo se activó nuestro olfato», le contó luego a BBC Mundo uno de los «sabuesos» de la División de Homicidios.

Las pesquisas revelaron en 12 horas un complot ejecutado con torpeza. «Brunito» había introducido a los dos sicarios dentro del vehículo de su padre gracias a un control remoto de repuesto. Primer error.

Él mismo había robado y entregado la pistola calibre 9 milímetros del empresario a los asesinos para que le quitaran la vida. Segundo desliz.

Fue él quien rescató a los gatilleros en su camioneta, una Ford F-150 roja, a tres cuadras del homicidio. Tercer strike.

Confesó. Dos semanas atrás había coordinado el atentado: los asesinos a sueldo simularían un robo para heredar su millonaria fortuna.

Contrató a dos jóvenes de 18 y 17 años, residentes del sector Cerros de Marín, una especie de favela marabina.

Les pagó un millón de bolívares mediante un intermediario, apenas 250 dólares del mercado negro de divisas de Venezuela.

Facebook
Twitter
WhatsApp

Más
Noticias