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Morelos, ¿anfitrión de la innovación? 1/2: Dr. Iván Martínez Duncker

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Morelos se ha distinguido históricamente por su cultura turística y de gran anfitrión a nivel mundial, desafortunadamente la violencia ha opacado este legado. El gobierno del estado se ha comprometido a recobrar la confianza en el turismo, tanto nacional como internacional, con su lema institucional: “Morelos, anfitrión del mundo”.

Como creo que ocurre con quienes amamos a Morelos, deseo que exista la estrategia integral para hacer realidad este compromiso. Lograrlo, será clave para el bienestar de los morelenses.

Hoy, en esta primera parte de dos, empezaré a platicarles sobre un gran atributo de Morelos, poco comprendido y poco valorado, pero que, junto con el turismo, es muy importante para revitalizar a nuestro estado.

Les voy a platicar de la innovación y del enorme potencial que tenemos para realizar esta actividad transformadora, articulando las notables capacidades científicas y tecnológicas en nuestro estado (academia) con su industria, su gobierno y su ciudadanía.

¿Qué es la innovación? Es querer cambiar el mundo a través de la generación de nuevas ideas, resolviendo problemas (presentes o futuros) o creando alternativas a soluciones existentes, que si son materializadas (muchas ideas se quedan en la cabeza) y logran ser comercializadas (no todas llegan o tienen éxito en el mercado), agregarán valor a un producto y lo más importante, no sólo transformarán la economía sino también nuestra forma de vida.

Un ejemplo, es la innovación del teléfono; de los teléfonos de disco a los teléfonos celulares, no sólo se modificó la forma en que se realiza una llamada, sino que además evolucionó el concepto de comunicación entre las personas (chats, banca en línea, compras online, etc.).

Innovar permite a un país enfrentar las circunstancias de su entorno y evolucionar permanentemente para garantizar el bienestar de su población. Una sociedad que no invierte prioritariamente en innovación, como sucede en México, condiciona su bienestar a la innovación extranjera, en detrimento de su soberanía científica y tecnológica, incluso arriesgando la seguridad nacional.

Por otra parte, importar los beneficios de la innovación nos cuesta más (computadoras, autos, medicinas, etc.), y nuestro dinero regresa en forma de regalías al extranjero, es decir, nos pasan la factura de lo que les costó invertir en el proceso de innovación, incluyendo los salarios para pagar a sus equipos científicos. La derrama económica en el extranjero, por tener en México una capacidad limitada para innovar, por ser principalmente consumidores y no creadores, es inmensa.

Pero, si innovamos aquí, entonces las ganancias de la innovación se quedan aquí, para beneficio de los inventores, de las universidades, de los empresarios, de las arcas públicas, de los empleados, de sus familias y de la sociedad en general. Es por ello importante que se implementen nuevas políticas industriales para acelerar el tránsito de la manufactura a la MENTEfactura, revalorizando el pensamiento y la creatividad del mexicano.

Desafortunadamente, muchos trabajadores de la industria mexicana están sometidos a un modelo de política industrial donde son valorados por sus manos, por poner puntos de soldadura o ensamblar piezas en maquiladoras, no por pensar y tener ideas, por crear e innovar.

Esto nos lleva a otro tema importante que es la capacitación. El avance de la inteligencia artificial nos requiere acelerar la capacitación de los trabajadores, presentes y futuros, para usar menos las manos y aprender a usar más el pensamiento y las emociones, para crear e interactuar (escribiremos sobre ello en una próxima contribución).

Una limitante para transitar a la MENTEfactura es que la innovación cuesta, y la gran mayoría de las empresas que pueden invertir en este rubro son aquellas que tienen finanzas sanas y que no están luchando en el día a día para subsistir y pagar la nómina (ej. Pymes).

Por ello, algunos programas federales manejados por el CONACyT eran benéficos para que las empresas, a través de la investigación y el desarrollo, impulsaran la innovación de sus procesos o productos. Estos programas de apoyo, así como incentivos fiscales u otras herramientas diseñadas por parte del gobierno, son muy importantes para impulsar la innovación.

Ahora bien, en Morelos contamos con 1,223 investigadores que pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores (calidad), 40 centros de investigación, 240 laboratorios especializados, 65 posgrados de calidad, 2,434 estudiantes de posgrado y 127 cuerpos académicos. En materia de propiedad intelectual se sometieron en 2018: 40 solicitudes de patentes, 6 modelos de utilidad y 26 diseños industriales.

De acuerdo al Índice Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2018 (Centro de Análisis para la Investigación en Innovación), la entidad está posicionada como la 10ª de 32 entidades. Aunque somos el 2º estado con mayor concentración de científicos, en el pilar de empresas innovadoras ocupamos el distante lugar 24.

Así, sería lógico pensar que impulsar el “Morelos, anfitrión del mundo”, se acompañaría de políticas favorables para movilizar nuestras capacidades científicas y tecnológicas, con la finalidad de incrementar exponencialmente la innovación y por lo tanto el desarrollo.

Frente a la anterior expectativa, hay una realidad discordante que debemos comentar y si es posible, rectificar. Una de las primeras acciones del gobierno estatal fue desaparecer, sin consultar con la industria ni con la academia, a la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología.

A cargo de las actividades correspondientes, quedó el ya existente Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Morelos (CCyTEM), pero ahora bajo la estructura (sectorizado) de la Secretaría de Desarrollo Económico y del Trabajo. Ante estos cambios, las comunidades académicas percibieron un retroceso y una desvalorización de la ciencia, la tecnología y la innovación para enfrentar nuestros grandes retos.

Por otra parte, pero en el mismo sentido, el presupuesto de egresos del Gobierno del Estado de Morelos 2019, asignado funcionalmente a la ciencia, tecnología e innovación fue de $12,421,000 M.N., correspondiente a un 0.05% del presupuesto estatal de egresos 2019 ($24,653,009,000 M.N.). Esto representó un recorte del 63.4% comparado a lo asignado el año anterior ($33,990,000 M.N.) y que fue equivalente al 0.15% del presupuesto de egresos 2018 ($22,792,068,000 M.N.).

En contraste, el gobierno del Estado de Hidalgo, a través de su Consejo de Ciencia, Tecnología e Innovación (allá, la palabra innovación sí está articulada en el nombre del Consejo), está marcando pauta con grandes proyectos. Tienen presupuestado para erogar en ciencia y tecnología este año, un monto de $633,421,142 M.N., es decir un 1.36 % de su presupuesto de egresos ($46,271,736,283 M.N.).

Sería muy positivo que para el 2020, el gobierno del Estado de Morelos asignara un presupuesto similar. Si bien estas decisiones en Morelos, pueden responder a una situación financiera desfavorable que se heredó de la administración pasada, opino que se convertirá en una oportunidad perdida si no se rectifican.

No es posible, por ejemplo, tener una política eficiente en materia de innovación, con un CCyTEM disfuncional, resultante de una reducción en presupuesto y personal, que sigue enfrentando las mismas responsabilidades y con mayores retos (ej. incertidumbre de las políticas científicas nacionales).

Si el gobierno estatal está comprometido con el desarrollo económico de Morelos, pero sobre todo con el bienestar de los morelenses, tendría que posicionar a la ciencia, tecnología e innovación, como un eje estratégico para lograr un crecimiento industrial de alto valor, detonando inversiones y desarrollo. Ojalá que para el 2020 tengamos un CCyTEM funcional y pujante, vinculado a todas las secretarías mediante políticas transversales.

Además, no sería nada constructivo para esta ruta, el escindir la innovación de la ciencia y la tecnología, bajo la pretensión equivocada de que la innovación es una responsabilidad que sólo debe ser atendida desde el sector económico.

De no ocurrir un cambio drástico pero sensato, en políticas y financiamiento estatales, quedará claro que las prioridades apuntan hacia otros horizontes y entonces será interesante preguntar cuáles serán las implicaciones y las estrategias para ser el anfitrión del mundo, si no se puede ser anfitrión de la innovación, que es una de nuestras grandes oportunidades para fomentar el desarrollo y el bienestar.

Por Dr. Iván Martínez Duncker

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