Como en los últimos días, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se esforzó ayer en presionar a congresistas republicanos para que hoy aprueben la reforma sanitaria en la votación que se hará en la Cámara de Representantes.
En la misma línea, el vocero presidencial, Sean Spicer, subrayó ayer que no hay un “plan B” al ya conocido como Trumpcare, y enfatizó a los legisladores conservadores que “es tiempo de actuar”.
Pero la realidad es que el temor a que al menos 22 republicanos voten en contra del plan, y hagan caer el proyecto de ley es cada vez mayor. Esto, teniendo en cuenta que los demócratas votarán en bloque contra Trumpcare.
En un nuevo intento de evitar el fracaso, el vicepresidente Mike Pence se reunió ayer –como hizo Trump el martes— con el ultraconservador Freedom Caucus, quien cree que los cambios respecto al Obamacare introducidos en el proyecto de ley son muy insuficientes.
El problema es que también hay oposición entre los moderados, que querrían apenas un maquillaje a la ley actual. Esto significa que, pese a que el liderazgo republicano ha introducido enmiendas en la ley en los últimos días, parece difícil que logren el consenso en sus filas.
De hecho, Trump, que el martes se mostró confiado en que la votación le fuera hoy favorable, se mostró ayer más cauto y a preguntas de periodistas se limitó a manifestar “veremos qué pasa” en la votación.
Sin embargo, aunque Trumpcare supere hoy el escollo de la Cámara de Representantes, enfrentará una batalla aún más dura en el Senado, donde la ventaja republicana frente a los demócratas es pírrica.