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Checa «Identidades Morelenses» la columna de Jesús Zavaleta

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Por: Jesús Zavaleta Castro

Morelos es un estado con una muy valiosa diversidad cultural. Sus diferentes regiones expresan la pluralidad de sus orígenes y la riqueza de sus expresiones. Comida, arte, danza, música, teatro, fiestas, religión, forman parte fundamental de las identidades de los morelenses. Aunque muchas expresiones de la cultura estatal se han perdido, una parte importante de ellas se mantiene a partir de procesos generados en la vida comunitaria.

Es, justamente, en el ámbito de la vida familiar y comunitaria, que la cultura encuentra la posibilidad de existir. La transmisión del conocimiento tradicional, de una generación a otra, representa la garantía de su existencia. Es esta colectividad el reducto de la salvaguardia de su propia identidad, de su memoria, de su patrimonio. Y, en un contexto contemporáneo, a pesar de los efectos de la hipertecnologización, la tradición subsiste.

La cerería de Axochiapan, los sayones de Tetela del Volcán, la Fiesta del Tercer Viernes de Cuaresma de Tepalcingo, el barro de Cuentepec, la Toma de la Alhóndiga en Tetelpa, el mole verde de Xoxocotla, los corridistas de Tepoztlán, los matacueros de Yecapixtla, la cecina de Jojutla, los Doce Pares de Francia de Atlatlauhcan, la nieve de Alpuyeca, son algunos ejemplos de la gran riqueza del patrimonio cultural morelense.

 

Sí, identidades. No identidad. El ser morelense tiene muy diversas maneras de manifestarse. Por ello es necesario referirse a las diferentes identidades de quienes habitamos este territorio. La diversidad cultural del estado de Morelos se expresa en sus diferentes regiones, que pueden identificarse como: Norte (Valle de Cuernavaca), Oriente (Valle de las Amilpas), Nororiente (los Altos), Sur (Zona Cañera) y Poniente.

En términos alimentarios, el espacio morelense tiene tres referentes agrícolas que han incidido de manera trascendental en la vida cotidiana: el maíz, la caña y el arroz. Aun cuando es muy diversa la producción de insumos en el campo morelense, los productos citados definen importantes períodos de desarrollo económico, social y político en la época prehispánica, del siglo XVI al XX y desde el siglo XIX, respectivamente.

Tratándose de fiestas tradicionales, originadas en la religiosidad de las comunidades, las correspondientes al tiempo de Cuaresma representan procesos de comunicación interregional que permiten explicar, a su vez, procesos productivos y comerciales. Jiutepec, Cuautla, Tepalcingo, Atlatlahucan, Mazatepec, Tetela del Volcán y Yecapixtla, vinculan ritos, música, danza, representaciones y comida en un ejercicio de profundo sincretismo.

Igualmente, el actual territorio de Morelos ha sido escenario de acontecimientos, procesos y personajes diversos. La industria azucarera en la Colonia, el Sitio de Cuautla en 1812, la introducción del arroz en 1837, el Plan de Ayala en 1911, Cuernavaca como capital del país en 1855 y 1915, Hernán Cortés, José María Morelos, Ricardo Sánchez, Juan Álvarez, Benito Juárez, Emiliano Zapata, son ejemplo de ello. Morelos es tierra con memoria.

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