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Detrás de la ciencia: ¿Ciencia o familia? una pregunta injusta

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El pasado 9 de marzo observamos con su ausencia, la indispensable función social y contribución económica que desempeñan las mujeres en diversos ámbitos, incluyendo la actividad científica. Espero que el vacío haya servido para crear un espacio de reflexión y cambio cultural que revierta los efectos negativos que la cultura patriarcal ha tenido sobre el desarrollo de una vida profesional plena y libre de violencia para las mujeres. Ahora, debemos ocuparnos juntos, en cada uno de nuestros espacios, para concretar una inflexión cultural en México y hacer realidad la perspectiva de género, que incluya el derecho a la no discriminación, a la no violencia y a un trato igualitario, pero en función de las diferencias y desigualdades históricas.

La ciencia es una disciplina que por sí misma no distingue sexo o género, solo exige neuronas y talento que pones a trabajar para razonar y descubrir. No obstante, hay que distinguir la disciplina de la actividad científica profesional como tal, la cual no escapa a las problemáticas comunes que enfrentan las mujeres en otros ámbitos profesionales.

A nivel mundial, de todos los científicos empleados en actividades de investigación y desarrollo, solo el 28.8% son mujeres (UNESCO). En México, el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) es una estructura organizacional del gobierno federal que incorpora a la mayor parte de los científicos del país. El pertenecer al SNI está acompañado de un estímulo económico diferencial dependiendo de tu productividad, por lo que es un componente importante del ingreso adicional al salario que tiene un científico y por lo tanto un determinante de su desarrollo. El SNI está formado por 30, 548 investigadores, pero solo el 37.32% son mujeres y en lo que respecta a los niveles de mayor habilitación (I a III), es decir que corresponden a mayor productividad, estos están integrados por una mayoría de hombres. El nivel SNI I, el 37 % son mujeres, mientras que en el SNI II disminuye al 23 %, y en el nivel SNI III, es inferior al 20%. Este sesgo no es resultado de que las mujeres sean menos hábiles para las actividades científicas y, aunque es multifactorial, una influencia importante es la discriminación y la cultura patriarcal. Así que hoy es momento de razonar y criticar este legado, quebrarlo y renovarlo, cumpliendo así con la deuda histórica de la ciencia nacional hacia las mujeres científicas.

Quisiera platicar en esta contribución sobre el derecho a la maternidad y a la familia, y las particularidades de su ejercicio en la vida profesional. La educación en México no está pensada para las mujeres y menos para quienes deciden ejercer su derecho a la maternidad y a la familia. Prevalece de forma muy temprana, una premisa patriarcal de que embarazarse es un error y que las consecuencias de “equivocarse” son asumidas por la mujer, la pareja o la familia, pero no por el sistema educativo. Esto crea dos vertientes, en una, las mujeres asimilan que tener hijos y familia son una amenaza para el “éxito”, por lo cual sacrifican ese deseo o lo postergan, y en otra, las mujeres emprenden voluntariamente la maternidad, incluso sin pareja, pero enfrentando un sistema que obstaculiza y estanca su desarrollo profesional. Aunque esto tiene un mayor impacto a nivel de educación media que en nivel superior, en el posgrado tampoco encontramos un sistema estructurado de apoyo para las mujeres que deciden embarazarse a fin de que concluyan su desarrollo profesional y no se afecte su ingreso al mercado laboral.

Miren, para ser científico es indispensable concluir estudios de posgrado (maestría y doctorado) e incluso realizar estancias posdoctorales, es decir, alrededor de los 30 años eres considerado “apto” para ocupar una plaza de investigador en alguna institución y aspirar a una estabilidad laboral. Si nos ubicamos en los programas de maestría y doctorado en el área científica, se recibe una beca bastante decente, no obstante, en general, no hay consideraciones específicas para extender dicha beca en caso de embarazo.

Respecto a lo anterior, el derecho a bajas temporales es insuficiente, no sólo por los períodos a los que se tiene derecho, sino además porque durante la baja temporal no se puede continuar recibiendo la beca. Por ejemplo, el Artículo 77 del Reglamento General de Estudios de Posgrado de la UAEM indica “Se considera baja temporal en aquellos casos en el que el alumno solicita dejar de cursar la totalidad de las asignaturas que integran dicho periodo. I. El alumno tendrá derecho hasta un máximo de dos periodos de baja, durante la duración de los estudios que pueden o no ser consecutivas.” Considero que ello es insuficiente respecto a una situación de maternidad, lo cual no está contemplado en dicho reglamento, mostrando que aún falta avanzar en perspectiva de género institucional en la mayor parte, sino es que en todas, las universidades públicas.

Adicionalmente, hay que considerar que en los posgrados es frecuente la presión de los tutores para desincentivar el embarazo y del sistema educativo para castigar a las instituciones cuando el egreso no se da en tiempo y forma, o cuando no se publican el número de publicaciones y patentes requeridas por año. Esto influye en que muchas mujeres solo concluyan la maestría y no continúen sus estudios doctorales. A las mujeres que sí lo hacen, les queda claro el riesgo que representa el embarazo, postergándolo, no sólo con consecuencias sobre su derecho a la maternidad y su salud, sino también para tener y mantener una relación de pareja si así lo desean.

Así, podemos asumir que una mujer que se embaraza tiene menos oportunidades de concluir sus estudios de posgrado y de insertarse en el mercado laboral. Lo cual es lamentable porque no resulta de una falta de mérito o talento, sino de un sistema educativo/laboral que no garantiza el ejercicio pleno del derecho a la maternidad y a la familia. Por ello, hoy estemos perdiendo a muchas mujeres científicas y sus potenciales contribuciones sociales, lo cual es injusto y absurdo.

Una medida tardía que se ha tomado para apoyar a las mujeres que ya son investigadoras es la reforma del 2013 al Artículo 62 en el Reglamento del SNI: “A las investigadoras cuyo embarazo ocurra durante el período de vigencia de su distinción, se les otorgará un año de extensión, mediante solicitud expresa”. Aunque es un avance, considero que es una medida insuficiente, pues no considera que son 9 meses de embarazo, mínimo 6 meses de lactancia y una maternidad fundamental que se puede extender hasta dos años, por lo que considero que esta medida debiera extenderse al menos dos años. Por otra parte, en México existe otro sistema clave de estímulos universitario, complementario al salario y al SNI que es el Programa de Estímulos al Desempeño Docente. A diferencia del SNI que son evaluaciones generalmente cada 3 años, este sistema consiste en evaluaciones anuales, pero además no incorpora consideración alguna para postergar la evaluación por cuestiones de embarazo. Además de mejorar estas situaciones habría de considerarse lo siguiente:

  • Reformar y crear leyes, reglamentos y normas para favorecer, proteger y consolidar la perspectiva de género en la actividad científica.
  • Crear programas institucionales que permitan a las científicas, formadas y en formación, que cursan su embarazo y en los primeros años de su maternidad, el acceder gratuitamente a estancias infantiles, niñeras y apoyo doméstico, pero también a que tengan asistentes y técnicos que les apoyen en el desarrollo de sus investigaciones.
  • Establecer comisiones de evaluación y organización de eventos científicos, integradas no sólo con paridad de hombres y mujeres, sino también capacitadas en materia de perspectiva de género.
  • Que las instituciones capaciten en perspectiva de género a sus directivos y docentes, así como a los dirigentes estudiantiles y sindicales, y que visibilicen públicamente sus estándares en la materia, mostrando indicadores históricos y metas, de acuerdo con sus planes de desarrollo institucional y avalados por unidades especializadas.

Esperemos poder avanzar la perspectiva de género no sólo en la ciencia sino en todos los ámbitos profesionales, es una responsabilidad conjunta y creo que es clave que las mujeres se organicen, porque juntas y unidas son imparables para transformar a México, por supuesto nos tenemos que sumar todos.

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