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El carácter del gobernante

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Por: Francisco Santillán Arredondo

De todos es conocido que yo no llevaba una buena relación con Graco cuando era candidato y era peor durante sus primeros años de gobierno. La verdad es que las diferencias se agudizaban mucho por el carácter del Gobernador y lo difícil que era dialogar con él bajo el esquema de un gobernante que arranca y goza de plenitud en su bono democrático. Estas diferencias se fueron diluyendo conforme tuvimos la oportunidad de irnos conociendo y dialogando. Mucha gente malintencionada y limitada pretende relacionar el cambio de actitud (y mi incorporación al gabinete) al eterno chismerío del dinero, como si fuera lo único en la vida… ¡Y no! la relación mejoró porque el Gobernador cambió su posición a una postura de diálogo y volvió a escuchar a personas de todo tipo de ideologías.

Pese a este cambio de actitud, el carácter que mostró el Gobernador los primeros tres años lastimó su imagen… y peor aún, complicó la gobernabilidad y polarizó a la sociedad morelense. A muchas personas, incluso los más grandes opositores, les he escuchado decir que claro que se hicieron muchas cosas favorables en ese sexenio… que seguramente el balance es positivo… que Graco supo traer dinero federal a Morelos y que su habilidad política fue fundamental para concretar muchas cosas. El problema, el gran problema, fue el carácter del mandatario (así lo expresan).

Planteo esta situación porque los factores de decisión en una elección son variables y cada elector valora diferentes aspectos: la oratoria, las propuestas, la trayectoria, la experiencia, el carisma y el carácter. Desde mi punto de vista este último factor es el principal. El carácter es el único factor que va a acompañar al gobernante en todo momento, es el único del que no se puede desprender y, peor aún, será decisivo al momento de tomar decisiones.

Entonces ¡el carácter sí importa! De hecho, es fundamental para el buen ejercicio de gobierno… es indispensable para mantener la gobernabilidad y es determinante para conducir la administración de Morelos. Don Lauro condujo este estado y pasó a la historia gracias a su sabiduría, pero también a su carácter. Alfonso Sandoval, lo mismo. Son personajes recordados por su talento al gobernar y, si analizamos la base de este talento encontraremos aspectos de un carácter amable, astuto y decidido para conducir las relaciones sociales de Morelos. Ninguno tenía una gran preparación, no eran grandes oradores, sí eran muy carismáticos, tenían algo de trayectoria y experiencia y no siempre resolvieron los problemas (Don Lauro daba cheques sin fondos, pero era tan hábil que la gente culpaba al funcionario, jamás a él). Pero eso sí, gracias a su carácter pasaron como grandes gobernantes en la memoria social.

Trayendo estos elementos a la actualidad: el Gobernador tiene problemas de carácter. Lo que he visto (y me ha tocado vivir) es a una persona agresiva y poco tolerante a la crítica. Frontal y sin mucha sensibilidad cuando habla con la gente. Sus desencuentros con diferentes personas son sabidos y conocidos… y el problema aquí, es que gobierna a casi dos millones de morelenses con una enorme variedad de aspiraciones, ideologías, deseos e intereses. Decía Porfirio Díaz “es más difícil gobernar a los mexicanos que arrear guajolotes a caballo” (aclaro: lo decía Díaz y no era despectivo con los mexicanos, ilustraba la enorme dificultad de gobernar en México), y es verdad. Andrés Manuel se preparó durante muchos años para hacerlo, podrá tener muchos errores en sus decisiones, pero su carácter es afable, accesible, humilde y sensible… ¡y le cuesta mucho trabajo gobernar! ¿ahora imagínense a una persona que se enoja todo el tiempo si lo cuestionas, que está ausente, que delega sus decisiones, que no convive con los morelenses, que se blinda con su fama para justificar las cosas? El resultado no será, ni está siendo nada bueno. Por eso, queridos lectores: el carácter sí importa.

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