Sintonízanos
Lun-Vie de 7:00-9:00 am en 103.7 Fm🎙

La Ciudad, el lugar de la memoria.

Fecha

Por Enrique de J. Rodríguez Escudero

Según la UNESCO: “El patrimonio cultural es a la vez un producto y un PROCESO que suministra a las sociedades, un caudal de recursos que se heredan del pasado, se crean en el PRESENTE y se transmiten a las generaciones futuras para su beneficio”.

De la definición anterior podríamos establecer una relación directa e indisoluble entre la historia, ciencia que se encarga del análisis y registro de los hechos y, la memoria, que será pues, la materia prima de aquella ¿Cómo podría la historia registrar nada, sino fuera justamente por la memoria?

Ni la historia, ni la memoria tendrían razón de ser sino fuera porque ambas, ocurren en un lugar, un sitio determinado; aquel espacio que, como consecuencia de sus características, dio lugar al asentamiento humano que a la postre, logró llevar a cabo las transformaciones y/o las adecuaciones necesarias para que aquel asentamiento se convirtiera a través de la memoria en lo que hoy entendemos como “LA CIUDAD”.

Pensemos por ejemplo que algunas teorías sobre el origen de la propiedad privada, se encuentran fundamentadas en los muertos. Aquel ser querido que se fue, le otorga al habitador, mediante el entierro, un motivo para permanecer, una razón para recordar y claramente la necesidad de poseer aquel suelo, porque ese suelo explica su origen, su pertenencia: SU MEMORIA.

Pero la memoria es inmediata, no importa si es individual o colectiva, la memoria siempre, tarde que temprano se irá para dejar espacio a la que se genera cotidianamente, la memoria se construye en el día a día y será insisto la historia, la que se encargue de registrar en sus anales, aquello que resultara relevante. Desde tiempos remotos, la ciudad, insertó dentro de su traza, objetos que materializaban de manera simbólica, aquello que reforzaba la identidad y el sentido de pertenencia de determinado pueblo.

El obelisco egipcio, la estela maya, el arco del triunfo, primero de Roma y luego de París, así como incontables estatuas de gobernantes, estadistas, héroes y pensadores, se distribuyen en plazas, rotondas y a lo largo de avenidas, para reforzar el sentido de pertenencia de quienes habitan aquella ciudad. La fuerza de la ciudad se nutre pues de esos objetos a los que, ante determinados eventos, confluyen sus habitantes para manifestar ya sea su alegría o eventualmente su ira.

La columna de la Independencia,  comúnmente conocida entre los habitantes de la CdMx como “el ángel de la Independencia” es sin lugar a dudas, uno de esos lugares dentro de la ciudad, donde los mexicanos se reúnen para llevar a cabo toda suerte de manifestaciones. Ya sea que la selección de fútbol gane un partido, lo empate o incluso lo pierda, ir al Ángel es parte de una ceremonia casi casi rutinaria. También es el sitio adecuado para reclamarle al Estado, el punto de partida de una marcha o el sitio ideal para tomarse una foto cuando se cumplen 15 años si eres una adolescente. Es por decir lo menos, el lugar más mexicano con que cuenta la gran metrópoli.

Si revisamos con detenimiento, son justamente todos y cada uno de los eventos a que hago mención los que en su conjunto han logrado que ese sitio, esté hoy, lleno de memoria, son ese cúmulo de eventos los que, sumados a la carga histórica del objeto, potencializan el simbolismo del lugar. Y entonces, otra vez, la memoria y la historia juegan en favor de una ciudad que está viva y que vive justamente a partir de esos pulsos que la sociedad le imprime, día con día.

Es por todo lo anterior, que el hecho reciente, en el que un grupo de mujeres, hartas no solo por el silencio, sino por la manipulación y la complicidad de un Estado incompetente y torpe, vio la necesidad de mostrar su hartazgo “vandalizando” el monumento. De inmediato, un sector de la sociedad mexicana, se vio profundamente rebasado en su capacidad de comprensión, no solo de la terrible problemática por la que atraviesan millones de mujeres en el país, sino también por el hecho, de que aquel objeto, no sería más ese objeto, sin las acciones que se han llevado a cabo a partir de su existencia en la ciudad.

No solo ha sido maravilloso el ejercicio, por la poesía que irradia: “el monumento a la libertad como ejemplo viviente del ejercicio de mi libertad para exigir justicia”, sino que además hoy, un grupo de especialistas en el tema, están solicitando, creo yo, de la manera más pertinente, que aquellas pintas, que aquella muestra inequívoca de memoria, queden registradas para que se ingresen de manera definitiva en la historia de nuestro país y claro en la historia del movimiento feminista.

La columna de la Independencia, que hasta hace solo algunos días yacía sin vida, inerte pero expectante, como prácticamente todos los monumentos que ha sembrado la historia, cobró vida, lo hizo, lamentablemente a partir del dolor de millones de mexicanas, pero por otro lado, maravillosamente a partir del color.

Facebook
Twitter
WhatsApp

Más
Noticias