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La decadencia de los toltecas

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A principios del siglo VI, en el año 511, los toltecas iniciaron una peregrinación que duraría un siglo; el sitio del cual partieron era llamado Huehuetlapallan. Hay fuentes que atribuyen esa emigración hacia el sur a epidemias con elevada mortalidad. Finalizaron su secular recorrido hacia el año 667, cuando fundan Tula.
Por su parte, es probable que el abandono de Tula, la capital tolteca, cuatro siglos después -sucedido en el año de 1052-, también se haya debido a una epidemia. Aunque el historiador Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (1568-1648) -descendiente de Cuitláhuac y de Nezahualcóyotl- solo habla de una terrible hambruna por sequía durante 26 años, agrega veladamente que también padecieron “otras muchas calamidades y persecuciones del cielo”.

Más explícito es el jesuita Francisco Javier Clavijero (1731-1787), reconocido historiador veracruzano: “En los cuatro siglos que duró la monarquía de los toltecas fundaron grandes poblaciones; pero las estupendas calamidades que les sobrevinieron, acabaron con todo su poder y felicidad. El cielo les negó por algunos años el agua necesaria a sus sementeras [milpas], y la tierra los frutos de que se alimentaban; el aire inficionado de mortal corrupción llenaba cada día la tierra de cadáveres, y de terror y consternación los ánimos de los que sobrevivían a la ruina de sus nacionales. Pereció de hambre o de enfermedad mucha o la mayor parte de la nación”.
Otra fuente rescata la cifra de un 90% de mortandad en Tula: “De las mil partes toltecas, se murieron novecientas”.

Epidemias entre los totonacas y los nahuas

El franciscano Juan de Torquemada (1557-1624) -misionero, arquitecto, ingeniero y sobre todo historiador-, estudioso del náhuatl y del totonaco, compilador de códices y manuscritos, escribió sobre Mizquihuacan, en el Totonacapan precolombino del norte de Veracruz: “Umeacatl, el cual gobernó ochenta años [¡!], a los veinte de su gobierno comenzó una hambre (casi como la de Egipto) que duró por tiempo de cuatro años, de la cual resultó pestilencia tan grande que morían en grandísimo número y tan sin él que todas sus regiones y pueblos eran en continuo hedor y los aires estaban en gran manera inficionados y eran tantos los muertos que apenas quedaron algunos vivos y donde quiera que les cogía la muerte se quedaban sin sepultura porque no había quien los enterrase”.

El mestizo Ixtlilxóchitl relata con amplitud una insólita nevada en el centro del país y la epidemia (quizá de influenza) que provocó: “En 1450 fue tan excesiva la nieve que subió en las más partes estado y medio, con que se arruinaron y cayeron muchas casas y se destruyeron todas las arboledas y plantas, y resfrió de tal manera la tierra que hubo un catarro pestilencial con que murieron muchas gentes, y en especial la gente mayor; se perdieron todas las sementeras y frutos de la tierra, en tal conformidad que pereció la mayor parte de la gente, y en 1454 hubo un eclipse muy grande de sol, y luego se aumentó más la enfermedad”.

*De su libro Historia de las epidemias en México, Grijalbo, 2020.

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