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Morelos y las ventanas rotas

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Por: Mirelle Martinez

La teoría de las ventanas rotas es un ejemplo que podemos utilizar para la situación que atraviesa Morelos en estos momentos; violencia, crimen e impunidad, son elementos que sólo pueden concebirse desde el abandono.

La teoría de las ventanas rotas de Willson y Kelling surgió de un experimento sencillo: romper unas ventanas y dejarlas así, para descubrir más tarde que otras ventanas también estarían rotas, no sólo porque a algunas personas les parezca divertido romper cosas, sino porque el abandono de las otras ventanas rotas es un mensaje claro: no hay nadie alrededor vigilando, no hay quien castigue el hecho, no hay problema porque no hay quien manifieste que lo hay, es simple.

En Morelos el fenómeno es muy similar, las ventanas rotas son los crímenes que se quedan impunes todo el tiempo, la extorsión, el secuestro, los asesinatos, los feminicidios siguen ocurriendo a plena luz del día y cada vez en mayor proporción porque el castigo es nulo, se cierra el caso en una estadística en la que caben todos los fenómenos violentos. No hay autoridad, no hay gobernabilidad, y por tanto no hay una amenaza cierta de que se castigue nada.

En el estado son pocos los casos que se han esclarecido o que han arrojado resultados a favor de las víctimas, la mayoría de esos pocos son mediáticos, se busca la justicia más por apaciguar a la ciudadanía enardecida que por la obligación que tienen las autoridades de hacerlo, ahí los afortunados son contados y todo se reduce a simular, a aparentar un trabajo que no se ha hecho.

Ni la guardia nacional ni el ejército en su momento, mucho menos las corporaciones policiales han podido contra el enemigo principal de su labor: la política. Poco puede hacerse si al margen de los esfuerzos, las personas en el poder no tienen la intención de acabar con los criminales, por miedo, por desidia, por complicidad o por incapacidad, no hay una autoridad que se enfrente al poder del crimen organizado, que le de batalla no sólo desde las trincheras operativas, sino desde las esferas políticas, en donde se toman las decisiones.

Si no hay políticos que se atrevan a frenar el paso de la delincuencia organizada o no hay funcionarios que estén dispuestos a adoptar estrategias efectivas para combatir la criminalidad, ¿entonces en manos de quién está la ciudadanía? ¿a quién podemos confiarle la seguridad de nuestras familias? ¿Quién responde por la violencia incesante? Todas estas interrogantes surgen a diario en un estado en el que el vacío de poder es notorio y absoluto.

Las ventanas en Morelos están rotas y no hay nadie que reclame que dejen de romperse, las conductas criminales se replican casi como un modelo de vida, y de ahí lo imperativo de buscar estrategias de seguridad pública eficaces; cuando Kelling y Willson hicieron este experimento sólo buscaron establecer conductas menores, esas pequeñas trasgresiones que las personas nos atrevemos a realizar, pero que a la larga influyen en la evolución de la criminalidad, de menor a mayor escala.

La descomposición social no es un fenómeno de generación espontánea, es la evolución de aquello menor que dejamos pasar y que hoy nos tiene en una situación de violencia insostenible; descuidar la implementación de las normas y pretender que no sucede nada es la puerta a la multiplicación casi inmediata de las conductas criminales, y ese descuido no puede atribuírsele a nadie más que no sea a quienes detentan el poder político porque en gran medida, de ellos depende que la ley se aplique y el castigo no se quede en una condena al aire.

No es distinta la situación en todo el país, pero a quienes vivimos aquí nos apremia encontrar solución a la violencia brutal que nos amenaza, deterioro, desinterés y desorden aumentan las posibilidades de seguir en este hoyo de inseguridad. No hay gobierno, no hay autoridad, tan sólo un par de figurines que en nada abonan a cambiar la situación y en mucho afectan a la ya de por sí desgastada gobernabilidad. Nos urge un gobierno con altura de miras y no títeres y titiriteros metiendo las manos en el presupuesto.

Pd: La violencia es insostenible y desde un avión con destino a Brasil es difícil que pueda percibirse.

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