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Papa Francisco considera que nuestro planeta es un «inmenso depósito de porquería»

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El Papa Francisco advirtió que la Tierra, “nuestra casa”, se está convirtiendo cada vez más en un “inmenso depósito de porquería”, en uno de los pasajes claves de su nueva encíclica dedicada al medio ambiente.

“Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común”, es el título del denso texto de 192 páginas de extensión en su versión española y que ha sido presentado este día por el Vaticano en ocho idiomas distintos (inglés, italiano, francés, alemán, portugués, polaco y árabe).

Al inicio del documento el pontífice ofreció un crudo y muy específico panorama de la incidencia del ser humano en el planeta y la contaminación generada por la basura, los productos químicos y los materiales tóxicos que pueden producir efectos irreversibles para la salud de las personas.

“Existen formas de contaminación que afectan cotidianamente a las personas. La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras”, indicó.

“A ello se suma la contaminación que afecta a todos, debida al transporte, al humo de la industria, a los depósitos de sustancias que contribuyen a la acidificación del suelo y del agua, a los fertilizantes, insecticidas, fungicidas, controladores de malezas y agrotóxicos en general”, agregó.

Instó a no olvidar la contaminación producida por los residuos, incluyendo los desechos peligrosos: residuos domiciliarios y comerciales, residuos de demolición, clínicos, electrónicos e industriales, residuos altamente tóxicos y radioactivos.

Según Jorge Mario Bergoglio, esta exagerada producción de desechos está íntimamente relacionada con la “cultura del descarte” que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura.

Puso como ejemplo al papel, producto que en su mayoría se desperdicia y no se recicla; o a los pájaros e insectos que desaparecen a causa de los agrotóxicos tecnológicos, y su desaparición debe ser sustituida por más productos químicos.

Además advirtió un actual crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir, debido no solamente a la contaminación originada por las emisiones tóxicas, sino también al caos urbano, a los problemas del transporte y a la contaminación visual y acústica.

“No es propio de habitantes de este planeta vivir cada vez más inundados de cemento, asfalto, vidrio y metales, privados del contacto físico con la naturaleza”, estableció.

El Papa alertó contra los intereses que pretenden afectar pulmones del mundo como la selva Amazónica y puso en guardia con “propuestas de internacionalización” de esa zona, que “sólo sirven a los intereses económicos de las corporaciones transnacionales”.

Se mostró preocupado por la desaparición de los manglares en diversos países y por el desarrollo de formas selectivas de pesca que desperdician gran parte de las especies recogidas.

Lamentó que todavía no se haya logrado adoptar un modelo de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que suponga limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar

“El cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación”, sostuvo.

“Pero el costo de los daños que se ocasionan por el descuido egoísta es muchísimo más alto que el beneficio económico que se pueda obtener”, insistió.

Como respuesta a este panorama desolador, el Papa Francisco propuso encaminarse hacia una “ecología integral” que considere los diversos aspectos del problema, sirva para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.

Para ello, indicó, se requiere un nuevo diálogo en los organismos internacionales y superar una visión de beneficio a corto plazo que bloquea todos los acuerdos posibles en materia de protección al medio ambiente.

Sostuvo que la protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios, porque el ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente.

“Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos cambiar el modelo de desarrollo global, lo cual implica reflexionar responsablemente sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones”, señaló.

“No basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe”, abundó.

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