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¿Que posibilidad hay de que Donald Trump llegue a ser presidente de Estados Unidos?

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Incluso en una campaña presidencial como la actual, que ha pulverizado muchas «verdades eternas» acerca de la política estadounidense, lo que pasó este martes en las primarias republicanas en el estado de Indiana será recordado como un momento serio y, para bien o para mal, trascendental.

Donald Trump ganó en Indiana su séptima contienda electoral consecutiva en la lucha por la nominación presidencial del Partido Republicano.

Ello llevó a Ted Cruz, su más fuerte rival, a retirarse minutos después de conocerse los resultados.

Matemáticamente Trump no llega aún al número mágico de 1.237 delegados comprometidos a votar por él en la convención nacional de su partido en julio próximo, la cifra que requiere para obtener formalmente la nominación.

Pero a partir de la noche del martes ya todos hablaban del controversial magnate como el virtual candidato republicano: una de las dos personas que en las elecciones generales de noviembre se disputará el cargo más poderoso de la Tierra.

Lo que le ha otorgado un barniz de seriedad a una premisa que hace 12 meses habría parecido enteramente descabellada: que Donald Trump, un candidato que viene de afuera, del mundo de los negocios y de la farándula, y que defiende posiciones mucho más a la derecha que cualquier otro contendor serio a la Casa Blanca en décadas recientes, realmente tenga una posibilidad de ser el próximo presidente de Estados Unidos.

La nominación de Trump a la candidatura de su partido, hay que advertirlo, todavía no es un hecho consumado.

Cuestión de tiempo

Pero con las encuestas mostrando al potentado neoyorquino como el favorito para ganar en las pocas elecciones primarias que quedan, especialmente la del estado de California, el más poblado del país, su victoria entre los republicanos ya parece apenas cuestión de tiempo.

Detener la nominación de Trump requeriría un verdadero terremoto político; un escándalo por ahora inimaginable que afectara a un candidato que ha sobrevivido y, de hecho, se ha visto fortalecido por la sucesión interminable de polémicas que han enmarcado su campaña.

Haría falta también que Kasich consiguiera una serie espectacular de victorias electorales en las primarias restantes de aquí a junio para impedir que Trump consiguiera sus 1.237 delegados.

E incluso ahí, todavía se requeriría que los asistentes a la convención republicana que tendrá lugar entre el 18 y el 21 de julio en Cleveland desafiaran la innegable supremacía electoral de Trump entre las bases del partido para elegir a un candidato distinto.

Por lo que ya parece prudente asumir que Trump será el que enfrente al candidato demócrata por la Casa Blanca. Lo que nos lleva a la pregunta verdaderamente importante: ¿tiene posibilidad de llegar al poder?

Distinto a todo

Trump es distinto a cualquier otro candidato que hayan presentado los dos partidos tradicionales en Estados Unidos.

Para empezar, es el primero desde 1952 en no haber ocupado ningún puesto político antes de presentarse como aspirante a la presidencia.

En ese año, el candidato republicano fue el general Dwight Eisenhower, un héroe de la Segunda Guerra Mundial, una figura de unión nacional.

Tal vez lo contrario de Trump, un candidato que no solo es visto como una alternativa apocalíptica por la izquierda del país, sino por vastos segmentos de su propio Partido Republicano.

La dirigencia tradicional del conservadurismo estadounidense se muestra horrorizada ante la captura de su partido por un aspirante que varios republicanos y demócratas destacados han descrito como un «bufón peligroso» y enteramenteinapropiado para ocupar el sillón presidencial.

Los republicanos, casi sin excepción en las últimas décadas, habían elegido como sus candidatos a la presidencia a políticos relativamente moderados, con buenas relaciones con la clase empresarial y dedicados a proteger el statu quo conservador de su nación.

El «outsider»

Trump es un «outsider», un populista con un discurso incendiario contra las jerarquías económicas y políticas, que ha explotado con éxito electoral las inseguridades raciales y económicas de la clase trabajadora blanca, de la que se ha vuelto su abanderado.

Y defiende un estilo de nacionalismo que muchos asociaban solo con la ultraderecha europea. Era algo que supuestamente no podía pasar en Estados Unidos.

Pero, ¿está lo suficientemente radicalizado Estados Unidos para elegir a alguien que descalifica a los mexicanos como violadores, que promete prohibir la entrada de musulmanes al país y que amenaza con una guerra comercial contra China?

Teniendo en cuenta la extraordinaria campaña de Trump y la manera como ha desafiado una y otra vez los pronósticos que auguraban su derrumbe, pocos se aventurarán a descalificar del todo sus posibilidades electorales en noviembre.

Según las normas convencionales de la política estadounidense, el electorado tiende a preferir a los centristas más moderados para ocupar la Casa Blanca.

Las encuestas señalan que Hillary Clinton, la más probable candidata por el Partido Demócrata, ocupa una clara ventaja en la preferencia de muchos sectores electoralmente claves de la población.

Dada la hostilidad racial de la campaña de Trump, la más explícita en un candidato presidencial desde la década de 1960, no sorprende que los hispanos lo rechacen en proporción cercana a 4 por uno.

Trump también enfrenta cifras enormes de rechazo entre los sectores más acomodados y más educados de la población. La lógica del pasado sugiere queTrump tendría dificultad de ganarle a Hillary Clinton.

Desde la campaña de Hillary Clinton y la dirigencia del propio Partido Republicano salieron tuits reconociendo a Trump como el virtual candidato de la colectividad conservadora. Fue la noche en que su aspiración adquirió un viso más oficial, más real.

Es verdad: Trump podría ser el próximo presidente.

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