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Regreso a clases y a la ciencia, el último tren – Detrás de la Ciencia

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El regreso a clases ha sido un tema que, desde el inicio de la pandemia, hemos estado cuestionando e intentando resolver como alumnos, maestros, administrativos y padres de familia. Los mensajes poco claros de cómo recuperar la actividad educativa han creado, como en muchos otros sectores, una incertidumbre desgastante, pero sobre todo nos han hecho perder meses que pudieran haber sido destinados a diseñar e implementar políticas públicas claras y consensuadas entre todos los participantes sociales, incluyendo como prioritarias las aplicables al sistema educativo. Lo que ocurrió fue que nos dejamos acaparar por una pandemia entendida desde un enfoque limitado a contar infectados y muertos, sin entrarle de fondo al análisis de una realidad compleja que merecía mayor razonamiento.

La nublada visión de construir un regreso basado en los esquemas del pasado ha contribuido a tener instituciones públicas que no han logrado reinventarse y que están de forma tropezada queriendo cumplir su función, llevándose al baile a cientos de miles de estudiantes y docentes. Es triste, pero obligatorio asumirlo, que las generaciones que hoy se encuentran en el sistema educativo enfrentarán un rezago significativo que tendremos que mitigar al máximo, pues no hacerlo condicionará a que aún más niños y jóvenes pierdan la oportunidad de salir de la pobreza gracias a una educación de calidad, algo que de por sí ya ocurría en las deficientes condiciones educativas.

Afortunadamente para el próximo regreso a clases se ha optado por la modalidad virtual, por internet o televisada, lo cual es atinado y justo, particularmente frente al predominio de estrategias que solo han buscado sacar a la gente de sus casas para trabajar y consumir a expensas de sus vidas, en un contexto carente de las medidas adecuadas para garantizar su salud. Que bueno que a nuestros niños y jóvenes no se les quiera sacrificar para rendir tributo a ese dios monstruoso llamado economía.

Hay que decirlo claro, no hay justificación alguna para atiborrar las aulas y poner en riesgo la salud de alumnos o maestros, de nuestros niños y jóvenes, de familias y comunidades, particularmente bajo las condiciones actuales en que enfrentamos a la pandemia en México. La educación presencial sería en estos momentos un riesgo inminente de acelerar los contagios y las muertes asociadas al COVID19. Esto no puede permitirse, la salud debe ser el pilar de nuestra sociedad y la ciencia su guía.

No obstante, si bien es prioritario el derecho a la salud, lo es también el derecho a la educación, un derecho constitucional que abarca hasta la educación superior. Afortunadamente la existencia de tecnología de educación virtual, propia de muchas instituciones públicas como de la iniciativa privada, ha sido la salvación para mantener una puerta comunicante entre el alumno y el docente.

Hay por supuesto muchos vacíos que resolver para lograr que la educación virtual sustituya eficientemente a la presencial (que tampoco es siempre eficiente), particularmente si hablamos de actividades prácticas como podrían ser laboratorios o talleres, donde la interacción manual y el aprendizaje hombro a hombro son cruciales. Por otra parte, y de forma contrastante al proceso educativo, los procesos administrativos escolares han sido inexistentes o tortuosos por decir lo menos. Habrá que trabajar mucho en este último sentido, pues miles de alumnos hoy no se pueden titular y se les está condicionando un retraso catastrófico para ingresar al mercado laboral que también se presenta incierto.

Algunos puntos clave para reducir al máximo el rezago educativo son:

1.- Reducir la brecha digital para poder llevar la educación virtual a todos los mexicanos. Esto no solo está condicionado a contar con una cobertura de internet en todo el país, sino que este sea un servicio de calidad, o sea que no sea lento, y por otra parte el que sea accesible, es decir, que los usuarios cuenten con el equipo que permita utilizarlo y que sea adecuado para un proceso educativo. Preguntémonos ¿qué porcentaje de nuestra población tiene acceso a una tableta o laptop y que pueda ser destinada a su educación? Algunos datos importantes que revelan las deficiencias provienen de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2019.

  • El 76.6% de la población urbana es usuaria de Internet. En la zona rural la población usuaria se ubica en 47.7 %.
  • 4% de los hogares del país disponen de internet, 44.3% dispone de computadora y 92.5% cuenta con al menos un televisor.
  • Los usuarios de Internet identificaron como principales problemas al conectarse a la red la lentitud en la transferencia de la información (50.1%), interrupciones en el servicio (38.6%) y exceso de información no deseada (25.5 por ciento).

Por cierto, el problema de ser educado por televisión, como está intencionado para la educación básica, es que no le puedes decir a la maestra que no entendiste nada, por eso el internet debe ser la primera y única opción para construir la educación virtual. El gobierno podría subvencionar el servicio y las compañías de internet bajar los costos o hacer paquetes comunitarios en vez de querer hacer su agosto como está ocurriendo. Sobre esto tendríamos que estar construyendo soluciones.

2.- Capacitar a los docentes en todos los niveles educativos para la enseñanza virtual, lo cual no solo requiere saber utilizar software especializado sino también aplicar técnicas de enseñanza particulares para este tipo de modalidad educativa, incluyendo habilidades psicopedagógicas.

3.- Reestructurar de ser necesario los planes de estudio para cumplir con los objetivos y reforzar o crear nuevas carreras que respondan a las demandas que han surgido de esta pandemia (ej. inteligencia artificial). Hoy es un buen momento para cambiar de carrera.

4.- Resolver la problemática de los padres que tienen que realizar trabajo presencial y que deben dejar a sus hijos en casa o en compañía de algún familiar. Esta situación debe ser resuelta mediante programas especiales que permitan mitigar las complicaciones asociadas, particularmente para los más pequeños y evitarles circunstancias de violencia.

Ahora bien, otro tema es la actividad científica que todos los días se venía llevando a cabo en nuestro país, en los miles de laboratorios llenos de ideas razonadas y llevadas a la experimentación por miles de investigadores y estudiantes de licenciatura y posgrado. Hoy esta actividad se ha visto también profundamente afectada y debiera ser considerada prioritaria y apoyada, pues en ella reside la solución para el COVID19 (ej. antivirales, vacunas, etc.) y para muchas otras amenazas, presentes y futuras.

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