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Yautepec histórico: una mirada a través del tiempo

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El siglo XIX es tal vez el siglo de la crónica, de la palabra escrita que se reflejó en la nostalgia del recuerdo. Hombres de todas las latitudes recorrieron el mundo y nos legaron testimonios que hoy son estampas de ese pasado que siempre nos acompaña porque nos constituye, en nuestro ser, en nuestra experiencia, en nuestro destino. Es la herencia del pasado, el fundamento de la tradición. El tiempo es una construcción humana y las huellas que de él dejamos son ecos impresos en la piel del instante, ese que se fuga y se congela.La villa de Yautepec es de época anterior a la conquista y según la etimología de su nombre, fue de los pueblos más antiguos de la nación mexicana. Así iniciaba la descripción que en 1880 escribiera el Ing. Manuel Rivera Cambas a su paso por las tierras del guaje y del pericón, del que la historia dice que éste fue un lugar populoso, con bastos edificios, jardines, estanques y bosques, que admiraron a los conquistadores.

La historia, materializada en monumentos y diversas tradiciones culturales, da testimonio de “ese ayer” que hoy evocamos con nuestra propia mirada. Ver el río, las haciendas, el pintoresco zócalo, las torres de nuestra iglesia parroquial, las calles, las personas, lo que existe y lo que ha dejado de ser destruido por el abandono y el olvido- es un ejercicio de memoria que nos impone el deber de recordar. Las generaciones pasadas han sido constructoras de nuevas épocas; sus testimonios son de invaluable valor en la construcción de nuestro legado como pueblo y comunidad, es decir en el espacio que habitamos y lo que nos hace comunes. El paisaje siempre será el escenario del hombre. Moctezuma, Cortés, Humboldt, Rivera Camba, como Altamirano y otros ilustres personajes, han hecho de su paso por Yautepec una experiencia de encuentro.

Por Yautepec pasa su río que, aunque no es caudalosos, surte de suficiente agua a los vecinos para el consumo doméstico y riego de las huertas; nace en la Villa de Oaxtepec, pasa por el pueblo de Itzamatitlán y después de atravesar por Yautepec, se dirige hacia el sur para regar las haciendas de Atlihuayan y Xochimancas, donde se incorpora al río de las Estacas. La mayor parte de los vecinos de Yautepec subsisten de la agricultura. A excepción de las haciendas que disponen de muchos terrenos. Las pasiones, alimentadas por la ignorancia y exaltadas por la embriaguez, se desarrollan con energía bajo aquel clima ardiente; las provocaciones son más desenfrenadas y originan riñas que terminan en horrendos asesinatos, cuyas huellas ni el tiempo puede borrar Es por eso que la mirada y la presencia de todos esos personajes que nos miran, son la huella de hombres y mujeres que un día soñaron. Con ellos también murió una forma de ver el mundo.

Por Yautepec no ha pasado todo, pero sí de todo, de la época prehispánica a la conquista, de la Independencia de México a la Reforma, del esplendor del Porfiriato a la Guerra de Intervención y a la Revolución Mexicana. El 10 de febrero de 1915, el Coronel Eustaquio Salazar, describía una de las escenas más trágicas de Yautepec en plena Revolución Mexicana: no tardaríamos en ver techos desplomados y muros calcinados, como testimonio irrecusable de los incendios y de los combates de que había sido teatro la antes sonriente y entonces espectral Yautepec. En la historia de la humanidad las ciudades se transforman, mueren, también renacen. Yautepec sigue aquí, en pie, su recuerdo está vivo porque constituye nuestra identidad a través de las memorias colectiva.
Fuente: Hist. Gustavo Garibay López.
Cronista: Miguel Ángel Alarcón Urbán.

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