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La crisis del Poder Legislativo

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Por: Paco Santillán

En artículos anteriores hemos venido escribiendo sobre la descomposición e ingobernabilidad existente en todos los entes de gobierno, del nivel que sea. El estado es un desastre total. Todos los días amanecemos con noticias terribles… al momento en que se escriben estas letras, tenemos el atentado contra el ex Alcalde de Amacuzac, el robo de la nómina del municipio de Miacatlán y el atentado contra un taxista en un hospital en Temixco.

Paralelo a esto, el Gobernador es nota nacional por su inoperancia, indiferencia e incapacidad para resolver los problemas de Morelos. Su argumento es comparar su brillante trayectoria como futbolista y pretender asimilarla con la desastrosa carrera política que ha tenido en los 4 años que lleva ejerciéndola. Gobernar no es jugar futbol: el soccer es un deporte de destreza física, gobernar es un ejercicio de destreza mental y vocación social.

A lo largo de la historia, Morelos ha sido un estado difícil, con múltiples conflictos sociales y con una enorme dificultad para conciliar voluntades diversas e intereses contrapuestos. Quienes conocemos esta tierra sabemos que es muy difícil poner de acuerdo a diferentes sectores y que lo es todavía más, cuando se trata de emprender proyectos que pudieran alterar intereses preconcebidos. Sin embargo, dentro de la enorme historia de problemas que tenemos, el Congreso del estado ha fungido como un lugar de desfogue del enojo social… un espacio a donde llegan los sectores sociales molestos a exigir acción de sus representantes o, cuando menos, a ser escuchados. El Congreso siempre termina por ser la caja receptora de los problemas de Morelos y, aunque el 90% de los problemas no se resuelven ahí, sirve cuando menos para establecer mesas de diálogo con el Ejecutivo y arrancar con propuestas que conlleven a soluciones. Legislaturas malas, malísimas o peores han pasado, pero todas han tenido participación mediadora y han sido factor de despresurización de diversos problemas.

Bajo este escenario de crisis y con los antecedentes señalados, uno no puede sino preguntarse ¿dónde esta el Congreso? Donde está la participación de los y las diputadas en la resolución de esta crisis que vive Morelos. Desafortunadamente, no hay que estar muy informado para saber dónde están: ¡peleando! Peleando por quien dirige la Junta Política (expulsando a su libre albedrío a Tania Valentina sin sustento legal), peleando por quien dirige la Mesa Directiva (con el Diputado Ponchito amparado para seguir en el cargo), peleando por quien dirige la Comisión de Hacienda (con la Diputada Rosalina amparada, igualmente), peleando por ver quien coordina a MORENA (Ale Flores no fue votada por unanimidad de su grupo), peleando por ver que diputado pasa de partido en partido (Pepe Casas ya lleva 3), peleando por ver quien pone al Auditor y al Consejero del IMIPE… peleando, peleando, peleando.

Esto no es nuevo en una Legislatura. Muchas han tenido este tinte, pero muchas, también, han asumido un papel mediador y de construcción de acuerdos cuando la situación así lo requiere. Desde mi punto de vista, esta Legislatura tiene un problema de origen que debe corregirse: la reducción del Congreso de 30 a 20 diputados ha creado una sobrevaloración de cada uno de los representantes. El voto de cada uno de ellos vale mucho mas y bajo las personalidades de cada uno de ellos ha complicado la construcción de acuerdos. En términos comunes: no es lo mismo 1 voto entre 30 que 1 voto entre 20 (por cierto, su presupuesto no bajó, ¡aumentó!)

Por supuesto, esta no es la única razón de la crisis en el Legislativo. Podrían ser sólo diez diputados, pero si tuvieran capacidad, experiencia, vocación social o responsabilidad no habría necesidad de argumentar cosas así. La disminución sólo explica una de las razones de la parálisis en el Legislativo bajo las personalidades de cada uno de ellos. Sin embargo, las razones de fondo, las más profundas son las mismas de las que han adolecido otras Legislaturas: la intromisión y la manipulación de personas ajenas que pretenden controlar el Congreso como la ante sala de control del estado.

 

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