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Morelos: el espejo político del crimen organizado.

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Por: Mirelle Martínez

Durante los últimos meses el clima de violencia en Morelos ha escalado alarmantemente, la nota roja se ha posicionado en los encabezados de todos los medios y hemos normalizado las cifras de más de 10 asesinatos en una sola jornada como si se tratara de un país en guerra civil y no de uno de los estados más pequeños de México.

Es paradójico cómo Morelos apenas aparece en el mapa político electoral de cualquier partido político nacional, pero responde a los primeros lugares de inseguridad, impunidad y violencia. ¿No les parece absurdo? Las cifras de la violencia han roto todos los termómetros posibles, y hemos pasado de la inestabilidad al caos en unos cuantos meses.

El espejo político de lo que sucede en las calles es abrumador, lo mismo se disputan la plaza los grupos criminales que se disputan el poder 3 o 4 personajes que habiendo sido votados o no, pretenden gobernar el estado, a su modo y con sus mañas.

Morelos está en un peligroso borde de anarquía, las instituciones están al límite de sus capacidades, sobrepasadas por la falta de experiencia política, la ignorancia clara de los improvisados e incluso, por la indolencia de quienes están al frente; mujeres y hombres de muy poca experiencia que en aras de satisfacer sus hambres personales han orquestado alrededor del poder en el estado un saqueo que ha dejado desprotegidos a las y los ciudadanos.

25 mil 600 millones de pesos es el monto aproximado que tiene el estado al año para aplicar en políticas públicas de desarrollo, seguridad, salud, en fin, miles de millones de pesos que bien administrados deberían alcanzar, cuando menos para paliar los 2 o 3 problemas más urgentes para la ciudadanía del estado, entre ellos, la seguridad; al contrario de eso, pareciera que la pobreza política también se traslada al estado, no hay políticas de prevención en materia de seguridad pública, sólo culpas que van de un lado a otro y que desinforman a la ciudadanía. El gobierno asegura que los altos índices de criminalidad se deben a dos factores, el primero, el eterno reacomodo de los grupos criminales y el segundo y más absurdo, al legado de gobiernos anteriores, haciendo recaer la responsabilidad en el gobierno federal, deslindándose oportunistamente de su obligación constitucional de brindar seguridad a la ciudadanía.

Pará nadie es un secreto que Cuauhtémoc Blanco y su equipo son ignorantes en el quehacer de gobernar, mucho menos que su gobierno es, en gran medida, fruto de la coincidencia, pero es inadmisible que a estas alturas del partido no se haya tomado ya la determinación de dejarse de juegos absurdos y poner orden al interior, ya no se trata de una revancha política, no se pueden seguir poniendo de pretexto a quienes los antecedieron cuando su gobierno no ha hecho absolutamente nada por revertir esta avalancha de sucesos desafortunados.

Un gobierno no puede basar su eficacia en lo que logre contra los gobiernos anteriores, a nadie le interesa si Graco está o no en la cárcel si a cambio el estado sigue convulsionado; la ciudadanía no exige sino lo justo, un gobierno a la altura de las necesidades del estado, no remedos de políticos que del presupuesto sólo se reparten el botín olvidando para qué se rentaron.

La situación de Morelos está en alerta máxima, el crimen organizado ha ganado terreno frente a la inoperancia de las instituciones públicas y aunque parezca repetitivo, la ciudadanía sigue exigiendo la paz que tanto le prometieron en campañas y que se ve cada día más lejana.

Si Cuauhtémoc Blanco sigue sosteniendo a los parásitos que frenan el avance de Morelos en su gabinete y tan cerca, la declive por la que atravesamos va a agravarse, por ahora los supuestos pleitos internos entre José Manuel Sanz a quien él mismo le soltó el poder al inicio del sexenio y su hermano, Ulises Bravo, por el control del gobierno son, en gran medida, un freno para que este saque adelante los temas pendientes en la agenda social, suprimiendo de manera casi chusca a un secretario de Gobierno al que no se le permite operar; ahí otra situación grave, Pablo Ojeda no tiene margen para maniobrar la situación en el estado, se le ha dejado ahí en el cargo para lidiar con los problemas políticos internos y no para garantizar la estabilidad política de Morelos.

El mal que nos aqueja es uno mayor al que creemos, cuando el crimen ataca y hay gobierno, se desata una guerra de buenos contra malos, pero cuando el crimen se escurre por los vacíos de poder, no hay batalla que pueda ganársele. Mientras los pleitos internos, las ambiciones personales y el poder estén por encima de las necesidades de la ciudadanía no hay mucho que abonarle a la paz en el estado. La pregunta en el aire sería ¿Qué nos toca hacer como ciudadanos para lograr la paz que tanto anhelamos?

Pd: Por duro que suene, el crimen está haciendo su trabajo (sucio, pero al fin su trabajo), es una lástima que de los 3 poderes en el estado no se pueda decir lo mismo.

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