Por: Paco Santillán
Hace unos días terminé de leer la muy divertida obra de “México Bizarro”, escrita por Alejandro Rosas y Julio Patán. En este libro se hace un recuento de numerosos momentos en la historia de nuestro país, mismos cuya característica principal es recordarnos momentos de una nación en donde suceden cosas inexplicables, curiosas, increíbles (en el mal sentido de la palabra), vergonzosas y, probablemente, únicas. En cada capítulo se explica un acontecimiento de nuestra historia que nos hace reír (casi siempre), ya sea porque sólo en México podrían suceder, por vergüenza, por irónico, por sui generis, o bien, por coraje.
Mientras leía este libro (y su segunda parte) no pude sino pensar en los capítulos morelenses que dicha obra podría traer. Capítulos de nuestra historia (casi toda política) que suceden en Morelos y que si los leemos como terceros ajenos a las consecuencias, seguramente nos reiríamos (casi siempre de vergüenza).
Un capítulo digno de solicitarles a dichos autores incluir es la elección de Cuauhtémoc Blanco como Alcalde de Cuernavaca. Por razones que aún desconocemos (o no nos creemos la versión de las autoridades) sólo en Morelos se le otorgaría una constancia de residencia (¡por 10 años!) a alguien que todos sabíamos que no ha vivido nunca en Cuernavaca. El ayuntamiento de Cuernavaca le entregó una constancia de residencia a alguien que todos sabíamos que vivía en Puebla, simplemente porque en ese equipo jugaba. De hecho, para todos era sabido la trayectoria futbolística del ídolo americanista y su paso por equipos como el Veracruz, Puebla, o incluso, en la MLS de Estados Unidos los últimos 10 años. Más adelante se informó de un supuesto contrato para aceptar la candidatura entre él y los hermanos Yañez (dicen que por 7 millones de pesos) y, pese a darle las gracias a Benito Juárez por invitarlo a su escuela, hacer honores con la bandera de México depositada en el suelo, no poder leer fluidamente sus discursos, los errores constantes en los que cayó y, quisa lo más grave, no acreditar absolutamente nada de beneficio en su actuar para Cuernavaca: 3 años después fue electo Gobernador de Morelos.
Desafortunadamente este caso, del que todos los que andamos por el país somos objeto de bullying, no es el único que solicitaríamos incorporar al libro en mención. En la elección de 2015 la ola de Morena fue impresionante en Morelos y en el país. Sin embargo, los morelenses tenemos el “honor” de siempre tener algunas anécdotas que otros estados no tienen sobre el ya conocido Tsunami Morenista.
En el municipio de Amacuzac, días antes de la elección, el candidato por Morena, Alfonso Miranda Gallegos fue detenido por la justicia federal y trasladado al estado de Durango. Algunos días después, su sobrino, Jorge Miranda (candidato del Partido Verde) corrió con la misma suerte. Desconozco como hayan transcurrido las elecciones sin la presencia de estos dos candidatos, el resultado es que desde la cárcel el ganador de la elección fue el candidato por Morena. El segundo lugar fue el candidato del Verde. Pd. Alfonso Miranda dio el Grito de Independencia desde la cárcel a través del celular.
Durante las mismas elecciones, el municipio de Cuernavaca fue objeto de situaciones “extrañas” (por decirlo educadamente) nuevamente. Bajo las pugnas de la coalición Morena – PES – PT (ocasionadas, sí, por Cuauhtémoc Blanco), la coalición se quedó sin candidato para competir en la elección. Bajo una serie de razonamientos del Tribunal Electoral se decidió que el candidato sería Antonio Villalobos, quien había sido inscrito como suplente de José Luis Borbolla (candidato que había sido descartado de la contienda por la coalición). La decisión se dio cuando el nuevo candidato ya era Alcalde electo. Morena había ganado la elección sin haber tenido candidato y sin haber hecho campaña.
Estas tres anécdotas son del conocimiento de todos los morelenses. Escribir sobre este tema sólo pretende llamar la atención de los autores del libro en mención y decirles que deberíamos tener nuestro lugar en su obra… y para usted, querido lector, reír un poco recordando aspectos bizarros de la política morelense.